sábado, 20 de marzo de 2010

PROF. DIANA OLMEDO LE ESCRIBE AL DR. HUMBERTO LAGIGLIA

Palabras en ocasión de conmemorarse un año de su deceso.

DR. HUMBERTO LAGIGLIA (1938-2009)


Hoy se cumple un año sin su presencia. Está, aunque no físicamente, hay libros todavía con sus señaladores, donde aclaró y subrayó algunos párrafos, todos los biblioratos con sus correcciones y firmas, las ollitas y vasijas, restauradas con yeso, la mayoría de los carteles de las piezas hechas en sus horas libres. Libres? No había ocio en su vida, su vida era este museo. Su hija Verónica lo dijo, el museo era una extensión de su cuerpo.

Ahora la exposición está en marcha, se está haciendo la transferencia cultural que tanto anhelaba, cursos para niños, también perfeccionamiento para docentes e investigadores. Su sueño, cuando comenzó esta obra era estar rodeado de científicos y lo logró. No hay un solo rincón aquí, que no hable de su presencia, los afiches, las cartulinas, sus esquemas. Mudos testigos de su afán están todos aquellos relictos de la vasta arqueología sureña, que no pudo concluir en el papel.

Cuando llegamos aquí, hace más de veinte años, no sabíamos que cosa era la ciencia. Ciencia era para él la mediación pedagógica con un niño, dictar una conferencia, hallar un sitio, calcular la datación de un resto, o desatar la voluntad en nosotros. Aquí no fue solamente cumplir un horario, fue construirnos cada día, porque nos obligaba a consultar bibliográficamente lo que nos decía.

Aquí desde la dimensión de su simpleza, le enseñaba a un ordenanza, a un obrero, a nosotros el valor del estudio. Nos enseñó a queremos a nosotros mismos. Logramos a partir de su modelo a desenvolver en el diálogo la palabra, a posicionarnos frente al público y defender y valorar nuestras raíces culturales.

De tanto escucharlo, de seguirlo por los pasillos del museo, aprendimos, del origen de la vida, de las poblaciones sureñas, de flora y fauna, de geología, paleontología y astronomía, de prospecciones arqueológicas, de la raíz de las palabras y de tantas cosas más.

Posibilitó desde su gestión como director del Museo una jerarquía a nivel institucional, por lo que llegaron aquí investigadores prestigiosos de rango internacional con el objeto de generar nuevos paradigmas en la Antropología Cultural. Siempre fué el mismo, Dr. en Ciencias Naturales, evaluador de tesis doctorales, mentor de dos congresos nacionales de arqueología, realizados aquí en San Rafael, primer arqueólogo en excavar un Fuerte como el de San Rafael del Diamante, propulsando así la Arqueología histórica del Sur mendocino. Los únicos jalones que advertimos en el fueron los de emisión del saber que jamás pudo ocultar.

Llegaba de la campañas arqueológicas, con señales de tierra y lodo en su ropa, del Rincón del Atuel, de la Villa 25 de Mayo, de San Carlos y de tantos otros sitios, desplegaba el material, explicándonos cada una de las piezas, a nosotros que nada sabíamos de Antropología o de cronologías culturales. Siempre un porqué, una consecuencia, una relación que concluía, en aquellos restos que encontraba, nos obsequiaba su conocimiento para que lo hiciéramos nuestro y potenciáramos, aquella nuestra desconocida identidad cultural.

Nos hizo amar, este viejo edificio, viejo hotel de turismo y todo lo que se rescató en más de 500 campañas arqueológicas conjuntamente con colaboradores y arqueólogos. Pudo crearlo en cualquier parte del mundo, pero eligió San Rafael. Queremos recordar aquellos años que compartimos. Como cuando llegaba corriendo y silbando golpeando las puertas, saludando. En cada parte del museo que ingresaba aportaba una idea nueva, sugería algo, enseñaba algo, indicaba algo, soñaba, planificaba, proyectaba.

Ahora nos faltan el sonido de sus pasos, su palabras, sus gritos cuando se enojaba, el mate que jamás terminaba, porque siempre urgía que hacer algo.

Desde esta perspectiva del recuerdo, nos queda su obra y el legado de su palabras aquellas que una vez nos dijo a todos en una reunión: Tu puedes hacer de éste lugar el lugar más lindo del mundo, y mientras lo decía nos señalaba una fotografía en blanco y negro de un sitio desvastado.