viernes, 24 de agosto de 2007

EL RANCHO DE LA CALLE SANTA FE

La idea de escribir y contar hechos del pasado me fueron surgiendo a partir de reconstuir aquellos hechos que le han dado sentido a mi vida.
Cuando era niña vivía en una casa de la calle Santa Fe al 619 de San Rafael, era un rancho de la Familia Guillemot, inmigrantes franceses. Mi madre les hacía el trabajo en la casa a los patrones y ellos nos daban a cambio la casa.
Era un rancho de adobe, bien hecho. Tenía hacia el frente un galería abierta en cuyo centro estaba el baño (letrina). Hacia el Este estaba mi habitación la que compartía con mis hermanos Carlos y Julieta, la ventana también hacia el mismo punto cardinal, nos conectaba con la Familia Dalmau. Gritos y escándalos se escuchaban en forma permanente desde esa propiedad. Hacia el oeste la habitación de mis padres daba a un campito. Allí desde la ventana mi madre con los postigos semiabiertos , esperaba el regreso de mi padre. Fueron muchas noches.
Hacia el sur un patio nos separaba de la familia Algualcil. ¡Cuántos hornos caldeados! Cuando Doña Lucía horneaba las tortitas, nosotros yo mis hermanos Julieta y Carlos nos asomábamos por el tapial y ella nos regalaba a cada uno una tortita recién sacada- El aroma nos convocaba.
Por norte a la izquierda al frente estaba el Taller, mi padre a cada parte de la casa le daba un nombre jerarquizante, ahora a la distancia, me doy cuenta que en ese espacio rectangular, habían pocas herramientas. Hacia la derecha por el frente estaba la cocina, con una gran chimenea donde mi madre cocinaba a leña.
Todo era bello, para mi, pero especialmente los domingos, porque ese día mi mami hacía tallarines o pastel de papa. No teníamos horno, pero ella lo improvisaba con unas latas y allí colocaba el pastel, siempre lo hizo dulce. Hacia la tarde mientras nosotros dormíamos, hacía todas las tareas, lavaba los platos, la ropa, barría y luego regaba, el piso era de tierra. Como toque final, Mamita llenaba con agua un balde de lata . Cuando ella lo hacía era la señal de haber concluido el trabajo. Nosotros nos levantábamos y ella ya estaba preparando el mate. La casa nunca la pintaron, solo recuerdo el color del adobe, los arboles añosos que hacia el frente y al fondo abrazan la casa.