domingo, 2 de septiembre de 2007

DESCARNACION

Tengo el rostro arado de tiempo,
el vientre flácido, surcado de estrías
por los hijos cobijados.
La matriz vacía, estación abandonada,
por los que no descendieron
y los pechos como péndulos blandos, descansan
de la otrora turgencia.
Como si fuera poco las piernas celulíticas
sostienen mi estructura de no sinuantes contornos.
Pero esto es una escena por todos los ríos
caudalosos que me recorren, por la sangre
hirviente que me cabe buscando cauces de
ternura.
Quisiera que alguien entienda:
amo la mirada de Picasso,
vibro con las locuras de Dalí,
adoro la oreja ausente de Van Gogh
- mi imbatible torero del paisaje-,
y quiero ser el Lobo Estepario de Hermann Hesse,
y también ser esa mujer que amó Sábato
sólo porque la vió mirando un cuadro en El Túnel.
Quiero ser la Rosaura de Marcos Denevi y morir asesinada
por aquellos que alguna vez amé.
Quiero gastar estos ojos en otros ojos.
Mis manos en otras manos.
Idealizar la búsqueda de seres fabulosos,
quiero ser aquella de Pedro Salinas, la
elegida entre todas y que él me deba su voz
y ser la Compañera la del Trato de Mario Benedetti
y ser uno de los héroes de Ernesto Sábato para perpetuar en mi aridez
su embriagadora voz,
su voz denunciadora.
Despoblarme los grises de estación en estación.
No quiero la rutinariedad de la ama perfecta
de patos al horno y almidonados niños.
Quiero algo más, alguien que vea por mis ojos
alguien que no me quiera light, ni dócil,
Alguien que no exija pucheros recomendados,
o salsa de domingos, ni que gaste mis días
en sábanas desprolijas.
Quizás alguien me ame así como soy
una mujer de varias manos,
sólo, debería dejar descubrirme.
Pero no me engaño,
¿Podrá alguien hacerlo,
más allá de la carne?